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Leer desde la cuna

  • Categoría de la entrada:Educación
  • Tiempo de lectura:11 minutos de lectura

Aunque parezca increíble, los bebés pueden leer. No como leen los niños más grandes, ni como leemos los adultos. A su manera, pueden acceder al mundo de los libros y las palabras antes aún de aprender a caminar o a sentarse. Acompañados por padres, madres o abuelos, la experiencia es, para todos, transformadora.

Por Gabriela Baby

Nota publicada en Revista Planetario en 12/2017

“Saber que la imaginación nos permite ser otros y ser nosotros mismos, descubrir que podemos pensarnos, nombrarnos, soñarnos, encontrarnos, conmovernos y descifrarnos en ese gran texto escrito a tantas voces por una infinidad de autores a lo largo de la historia, es el que le otorga sentido a la experiencia literaria como expresión de nuestra común humanidad”, dice Yolanda Reyes en La casa imaginaria. Lectura y literatura en la primera infancia.

Y sus palabras son clave para entrar al mundo de los primerísimos lectores, a quienes se invita a leer desde la cuna. Se empieza por el cuerpo, por ejemplo, con la mano: “Este dedito fue al mercado, este compró un huevito, este lo cocinó, este le puso la sal y este pícaro gordito ¡se lo comió!” Y colorín colorado, contamos un cuento al bebé. Quizá su primer cuento, aunque en realidad, seguramente hubo muchos otros cuentos antes.

Si la experiencia es también narración, de la mano, con todo el cuerpo y con la voz, se puede llevar a los bebés y a los chicos pequeños por un camino de relatos y aventuras que vienen en los libros. Leer con bebés implica alimentar su curiosidad, ponerlos en contacto con los libros y también dar palabras a las sensaciones vitales. Contarles de otros mundos y traer otras voces. Sólo se trata de abrir la puerta y animarse a jugar.

María Inés Bogomolny integra el equipo del Programa Nacional de Desarrollo Infantil Primeros Años, que lleva talleres y experiencias de lectura compartida a diversos lugares del país, para formar mediadores de la lectura y acercar libros a las familias. Ella dice: “Leer es compañía, leer es escuchar, es abrirse al diálogo, es jugar con las ideas y la imaginación. Leer es descubrir mundos nuevos. Leer es un derecho”.

¿Se puede leer desde bebés?

Claro que sí. Los bebés leen desde que nacen. Leen gestos, olores, colores, sonidos, estados de ánimo, climas… Leen el mundo: les agrada, les desagrada, los tranquiliza o los intranquiliza, les da gracia y se ríen o los asusta y lloran. Leen con todos los sentidos, pero siempre a partir de otras personas, de sus miradas, de sus palabras, de su ternura, de su disponibilidad. Leen con otros.

Pero antes que nada, todo empieza porque el bebé sea leído por quienes lo cuidan. El bebé es leído cuando se leen sus llantos, sus gestos…  ¿Llora por hambre, por sueño, por angustia o desasosiego, para que le cambien los pañales, por dolor? Si la mamá, el papá y los adultos que lo cuidan desde recién nacido le dan sentido a ese llanto, empieza  el intercambio, el diálogo, la interpretación. Y esto es leer el mundo mucho antes que la letra escrita.

¿Los bebés leen o juegan a que leen?

Cuando un bebé logra llevarse comida a la boca con una cuchara, ¿decimos que juega a comer o que come? Si ampliamos el concepto de lectura pensando que leer no es sólo leer alfabéticamente, los bebés leen. Leen a su manera: miran, chupan, escuchan, aletean de emoción, tienen sus libros preferidos, piden y hasta exigen muchas veces que se les lea. Porque si pensamos que eso que hacen con un libro es jugar, que es un “como si”,  un “hacen que leen” creo que subestimamos sus conductas lectoras. Hojear y ojear (con hache y sin hache), esperar, escuchar: todo esto demuestra interés. Hay  exploración, gran concentración cuando alguien les ofrece los libros o cuando escuchan una lectura. Disfrutan plenamente de esos momentos.

¿Cuál es el rol del adulto en esta tarea? Imagino que es diferente la situación de un chico que vive en una casa con libros, que la de un chico que vive en una casa sin libros.

El rol del mediador es hacer de puente entre el niño y el mundo desde el principio de la vida. ¡Menuda tarea! Se trata de cultivar la oreja para escuchar con respeto sus preguntas, sus inquietudes, sus deseos, sus ideas y pensamientos. Darle espacio a las palabras para aliviar, para jugar, para ampliar el mundo de afuera y el de adentro, el de las emociones, los sueños, los imposibles. Proporcionarle recursos simbólicos. Y para eso los libros son ideales. Pero no son una varita mágica. Por sí solos no traen tiempo, disposición, ganas de compartir relajadamente un momento sin exigencias ni enseñanzas. Esto lo tiene que aportar el adulto. Y en los tiempos que corren, me preocupan dos escenas que veo repetirse, lamentablemente, con demasiada frecuencia:

Una es que los adultos que no disfrutan de los chicos y con los chicos (por apuro o porque siempre están en otro lado, por ejemplo en el celular), que los miran sin ver, los arrancan de sus momentos de concentración en juegos o lecturas o sólo los controlan y le dan órdenes (ya no cantan, ni cuentan, ni juegan). Una forma de ausencia en presencia. Adultos abducidos por la pantalla de sus celulares con niños que, a su lado, no tienen con quien mirar o conversar sobre el mundo. Y la otra, es cuando los adultos festejan embobados que sus bebés se concentren en la pantalla del celular desde muy chiquitos. ¿Otra manera de dejarlos solos y que no molesten? ¿Se repetiría así lo que en otros tiempos fue plantarlos frente al televisor? El adulto y ese bebé o niño quedan desvinculados, náufragos, solos, en actitud totalmente pasiva.

En cambio, leer un libro con un bebé o niño pequeño pone a los dos en una actitud  plenamente activa en cuanto a la voz, el gesto, la mirada, las manos al sostener y dar vuelta las hojas del libro, el diálogo que se establece. El tiempo es otro porque se puede ir y volver por un libro todas las veces que se quiera y eso lo deciden los lectores por más chicos que sean.

¿Qué libros o tipo de libros son recomendables para bebés?

Me parece interesante combinar criterios: materiales, calidad literaria y calidad estética (que no siempre van juntos). Por un lado, los libros de tela o plástico (lavables) y los de cartoné (tapa y hojas en cartón), ofrecen materiales resistentes a las actividades preferidas por los bebés: chupar y morder, acarrear y apilar cuando ya son deambuladores. Pero abundan los libros de tela y plástico en los que la palabra narrativa y la palabra poética están ausentes. En estos tiempos predominan los libros muy vistosos aunque vacíos. Libros para poco tiempo, libros olvidables. Así que lo recomendable es leerlos para elegir.

Mi selección va por los libros que ofrecen historias bien contadas por más cortas que sean. Hay personajes como Anita (de Graciela Montes) o Gastón Ratón y Gastoncito (de Nora Hilb), Élmer (de David McKee) o Chigüiro (de Ivar Da Coll) a los que se puede seguir a través de varios libros donde viven distintas aventuras. También libros que juegan con la palabra, el sonido, el ritmo: libros de poesía. Nuestra selección es importante pero también la de los bebés. Entre los libros que les leemos, ellos tienen su claras preferencias.

¿Un bebé lector será un adulto lector?

No me gustan las predicciones. Pero los bebés que pude seguir en su crecimiento desde hace unos nueve años, con variedad de libros a su alcance y que sus papás y abuelos les siguieron leyendo como actividad cotidiana, son ahora muy buenos lectores.

El karma de muchos padres y madres es que no saben qué hacer para que su hijo lea. ¿Qué podrían hacer?

Leer con ellos sin un objetivo útil: ni para enseñar nada, ni para la escuela, es decir, sin exigencias ni obligaciones. Leer con los chicos para disfrutar de ese momento, de los descubrimientos y las conversaciones que se dan a partir de los libros. Les diría que prueben leer un libro con ese hijo, sea pequeño o más grande: mirar un libro a cuatro ojos y a cuatro manos, ponerle palabras y conversar a partir de personajes, imágenes e historias que se despliegan en un espacio distinto del cotidiano, en un espacio simbólico. Pasar un lindo momento juntos, alejados de otros reclamos cotidianos, seguramente no tan placenteros. También les preguntaría a esos padres y madres sobre sus propias historias lectoras, porque creo que quien disfruta de los libros y las lecturas encuentra la manera de transmitir ese disfrute, especialmente si puede compartirlo.


PLANETA BOGOMOLNY

Licenciada en Ciencias de la Educación (UBA) especializada en literatura infantil y juvenil, e integrante del equipo del Programa Nacional de Desarrollo Infantil Primeros Años, a María Inés Bogomolny le gusta presentarse como “contagiadora”, abridora de puertas hacia los libros. Desde 1974 su trabajo se organizó alrededor de la escritura y la lectura.

Nació en Buenos Aires pero viajó y viaja por todo el país y aledaños en relación con su trabajo, lo que disfruta mucho porque le permite conocer, relacionarse e intercambiar con personas y experiencias tan ricas como diversas. Coordina talleres para adultos de lectura de literatura infantil, selecciona libros para la creación o mejoramiento de bibliotecas, diseña y asesora proyectos comunitarios (Leer es contagioso, Libros y juegos de acá para allá, Leo leo… ¿qué leés?, Primeros Años, primerísimos lectores). También colaboró en revistas infantiles y publicó libros para niños, y no tanto, en diversas editoriales: Colección del Pajarito Remendado de Editorial Colihue,Libros del Quirquincho, Aique, Troquel, Estrada. En La Brujita de Papel publicó, en coautoría con Mirta Goldberg, dos libros para leer desde la cuna: Cucú-cucú la rana y Pepa y Bidú.

En el año 2003 recibió el Premio Pregonero a especialista en literatura infantil y juvenil, otorgado por la 14ª. Feria del Libro Infantil y Juvenil de Buenos Aires.