La rebeldía con dientes de leche y la mesura coronada de canas, son dueñas de sus sueños y los prestan cuando les da la gana pero nadie es dueño de El Sueño. El sueño hace lo que quiere, a veces se distrae burlando su propia sombra, o bailando en la cuerda floja entre los broches de la ropa. Lo esperamos pero a él no le importa y como nunca le pusimos nombre no sabemos cómo llamarlo. Todos todos todos dormimos. Unos de noche, otros de día. En la cocina del sueño se amasan ideas con recuerdos y alegrías. En pijama, en zoquetes y camisón, plumosos, con pelitos y lana, aletas y pezuñas. Con cuentos, con canciones antiguas o inventadas. Algunos en camas de pasto, o de pelusas, colchón de espuma, hamaca de olas, almohada de hojas y flores, cuna de nubes, a la sombra o al sol, al sereno y a cobijo. Juntos, amontonados o solitos, todos dormimos. A upa de los sueños despeinados llega el Sueño con los bolsillos llenos de sueñitos inquietos.