En tiempos que la sociedad cuestiona los roles tradicionales asumidos históricamente por hombres y mujeres, nenas que juegan al fútbol y varones que juegan con muñecas continúan provocando preguntas. Juan Carlos Volnovich, psicoanalista especializado en temas de género, encuentra sutilezas y resistencias a la hora de dejar decidir a los chicos su manera de estar en el mundo.
Por Gabriela Baby
Nota publicada en Revista Planetario en 03/2017
La crítica progresista indica que cada persona elige su modo de ser y estar en el mundo, su modo de ser varón o mujer (o trans, o intersexual, o lo que sea). Sin embargo, padres, madres y maestros/as orientan, quizás sin darse cuenta, una determinada identidad de género a partir de sus propias expectativas. Y en este aspecto, los juegos y juguetes tienen un lugar central.
Especialistas en juego alertan sobre la huella que –sin racionalizar –dejamos al dar o quitar un juguete o un juego a una nena o a un nene. La Asociación Internacional por el derecho del niño/a a Jugar (IPA Argentina) presentó este año el informe “Género y juego”, donde señala: “Los niños y las niñas encuentran un universo complejo de objetos que ellos no tienen asociados a un género en sí mismo: son sustancialmente polisemánticos, carentes de la funcionalidad que la sociedad le ha asignado. Estos empiezan a hacerse extensiones de su cuerpo, logrando mediatizar sus deseos más instintivos. Somos nosotros, las y los adultos quienes caemos en la trampa prejuiciosa, absoluta e incluso ya obsoleta, de enseñarles que los juguetes y sus prácticas de juego pertenecen o no a su sexo específico; y de esta manera vamos coercitivamente acotando la exploración de sus habilidades para una actividad u otra”.
El psicoanalista Juan Carlos Volnovich, especialista en temas de género, señala algunas zonas donde, a pesar del avance alcanzado a nivel social en cuestiones de género, el patriarcado sigue normativizando juegos y elecciones que, se supone, debieran ser libres.
La psicología dice que sí, pero cuesta creerlo… ¿criamos diferente a las niñas que a los varones?
Sin duda: se los espera en rosa o en celeste. Quiero decir, todavía siguen vigentes, e incluso se han visto reforzados, los estereotipos masculinos y femeninos tradicionales en la crianza, en las expectativas, anhelos e ilusiones que los padres tienen con los hijos. En un contexto donde parecería que hay mayor amplitud y aceptación de las diferencias de género, ocurre que en realidad hay un refuerzo de los estereotipos tradicionales que permiten identificar y diferenciar a un varón y a una nena.
¿En qué datos de la realidad se puede ver esta tendencia?
Por ejemplo, en los juegos. Cuando mis hijos eran chicos –a principios de los 70’s–, íbamos a la juguetería de acá a la vuelta y los juguetes estaban organizados en góndolas por edad. La vendedora veía a un chico de 3 o 4 años, y le mostraba los que estaban a su alcance. Luego estaba la góndola para los de 8 a 9 años, y así. Quiere decir que había un cuidado puesto en las habilidades que chicos y chicas desarrollan de acuerdo a su momento madurativo. Ahora tengo nietos y voy a la misma juguetería, en el mismo lugar y con los mismos dueños, pero las góndolas han cambiado, ya no están organizadas por edades, sino que hay una división por género: a un lado, los juegos y juguetes de varones (disfraces de Spiderman, juegos rudos y de violencia) y del otro lado, los juegos para chicas (todos de Barbies y de princesas). La juguetería es un analizador, una muestra del cambio social que permite ver cómo han cambiado los tiempos.
En los juegos de pantalla también parece haber una separación de los géneros…
Desde sus inicios el Gameboy -que justamente tiene la palabra “boy” y no “girl”, ni “children game”- y los videojuegos, en general fueron orientados a varones y pensados con temas que son estereotipos masculinos tradicionales: fútbol y guerra. Y los juegos para chicas son de ‘boludas’: cocinar o vestir a la Barbie. Sin embargo, hay figuras femeninas como Lara Craft o las Chicas Superpoderosas que tuvieron gran aceptación…. ¡entre los varones!
Y en las familias, ¿hay una transmisión de los modelos de género?
En las familias, en las escuelas y en los jardines de infantes, aunque se intente democratizar los juegos, todavía sigue siendo muy frecuente que haya espacios de juego diferenciados para varones y nenas. Con una cierta ventaja para las nenas, porque antes había una serie de actividades tradicionales de varones -que tenían que ver con deportes y habilidades corporales, cierta rudez y actitud de liderazgo de grupo- que han sido incorporados en el repertorio de las nenas y están bien vistos. Quiero decir, está bien visto que una nena juegue al fútbol, que se trepe a los árboles y está bien visto que una nena sea líder de grupo y que no se deje arrasar, avasallar, frente a la prepotencia del varón. Estos rasgos se han sumado a esos rasgos de dulzura y ternura propios del género. Pero no sucede lo mismo con los varones, que no han incorporado rasgos de dulzura, no están bien vistos en el varón.
Que un varón juegue a las muñecas, ¿sigue siendo incómodo?
En general, sí. En un jardín de infantes, las maestras están encantadas con que las nenas se trepen a los árboles o tengan cierta audacia pero tiemblan cuando un varón se viste de princesa. Y los padres también. Aunque quizá la maestra o el maestro políticamente correcto trague saliva y no diga nada.
SER VARÓN
A veces a un varón no le gusta el fútbol y queda aislado, no lo invitan a los cumpleaños o es el raro del grado. ¿Entre los chicos está instalado el estereotipo?
El fútbol es un organizador fundamental de la masculinidad y se ha convertido en un coto masculino, un refugio de hombres. Hay que tener en cuenta que las leyes del fútbol son leyes que regulan la relación entre varones. Porque entre los varones hay dos situaciones que son obsesivas, en el sentido que son dadoras de identidad. Una es la rivalidad, la competencia: los varones se están siempre comparando para ver quién es más fuerte. Y la otra es el temor a ser homosexual. El deporte es un espacio de rivalidad de recursos físicos, de competencia, de prueba y comparación de fuerza, y es también el lugar donde los varones pueden abrazarse, tocarse, intercambiar sudores y fluidos corporales sin ser acusados de homosexuales. Y en este momento, cuando hay un refuerzo de ciertos estereotipos tradicionales de la masculinidad, el fútbol se convirtió en el deporte masculino más popular a nivel mundial. Y entonces, al que no le gusta se queda afuera de esta confirmación de masculinidad.
¿Y por eso es visto como ‘menos varón’?
El modelo de varón de la sociedad patriarcal es un varón rudo, excesivo, violento, físicamente fuerte. ¿Por qué? La psicología ha estudiado que los dos grandes fantasmas que persiguen a los varones son la infantilización (“yo no soy un nene») y la homosexualidad (“yo no soy mujer, no soy mi mamá, no soy un nenito de mamá»). La narrativa de la psicología tradicional explica cómo los varones aprendemos a decirle ‘no’ a nuestras madres para después decirles ‘no’ a las demás mujeres. Y siempre estamos precavidos de que las mujeres no nos capten, porque a ellas les atribuimos la condición de ser posesivas, absorbentes, demandantes. De ahí surge este varón rudo y violento. Ahora la cosa está cambiando: la identidad de género no solo se logra (o no) a partir de liberarse de los imperativos femeninos, sino al poder rebelarse frente a los imperativos que nos obligan a ser varones de determinada manera. Revelarnos no sólo contra nuestras posesivas madres sino también contra los imperativos patriarcales.
Encontrar otras maneras de ser varón…
El chico que pretende ser varón sin someterse ni a los imperativos femeninos ni a los imperativos tradicionales masculinos (que incluyen el fútbol, la violencia, el amor al peligro, la cuestión de rivalizar y pelear con otros varones y más tarde consumir alcohol o drogas o prostitución para ser incluido en un grupo de hombres) quizá es la evidencia, el germen, de pibes que aspiran a ser varones de otra manera.
PLANETA VOLNOVICH
Juan Carlos Volnovich es médico (UBA, 1965), psicoanalista y especialista en Psiquiatría Infantil (Ministerio de Salud Pública de Cuba, 1976). Es Doctor Honoris Causa por la Universidad Madres de Plaza de Mayo, Miembro de Honor de la Sociedad de Psicólogos de Cuba y Jurado en los Concursos para cubrir cargos de Profesores Regulares de la Facultad de Psicología y de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires.Publicó varios libros: El niño en el siglo del niño (Lumen), Ir de Putas. Reflexiones acerca de los clientes de la prostitución (Ed. Topía), Crisis social y sus marcas en la subjetividad (Laborde Editor), entre otros. Escribe usualmente en la revista Topía (www.topia.com.ar). También integra el Comité de Expertos de la CONEAU (Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria) y ha sido seleccionado por la Unión de Mujeres de la Argentina (UMA) para recibir la estatuilla Margarita de Ponce por sus aportes a la Teoría de Género.
Para seguir pensando:El informe “Género y Juego” de IPA Argentina (Asociación por el Derecho del Niño/a a Jugar) se puede encontrar en: http://ipaargentina.org.ar/wp-content/uploads/2016/08/generoyjuego-ipa-1.pdf