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Viaje al planeta Gianni Rodari

  • Categoría de la entrada:Literatura
  • Tiempo de lectura:12 minutos de lectura

Cuentos, aventuras, juegos, desafíos súper lógicos. Palíndromos, acrósticos, animales inventados, caperucita roja en helicóptero, un perro y un armario. Mezclemos todo para contar algo. Pero ojo: hay una lógica del relato, hay reglas y restricciones. La “Fantástica” se construye en el quehacer cotidiano de maestros, chicas y chicos, padres y madres, profes de talleres, tíos y amigos, amigues. A jugar con Rodari y a jugar con los relatos a la gran aventura de la libertad.

Por Gabriela Baby

“Gianni Rodari nació en el Piamonte, Italia, en 1920 y murió en 1980. Fue niño, periodista, maestro, pedagogo de la fantasía, militante comunista y revolucionario de la literatura infantil”.

Estas son las palabras preliminares del Libro de la fantasía. Los mejores cuentos (Blackie Books), una antología que reúne Cuentos por teléfono, El planeta de los árboles de Navidad, Cuentos escritos a máquina, Érase dos veces el Barón Lamberto o Los misterios de la isla de San Giulio y El juego de las cuatro esquinas, es decir, 750 páginas de cuentos de este genial italiano. ¡Un festín!

Rodari está considerado el maestro de la imaginación y su obra teórica y narrativa  sigue conmoviendo e interesando a todos los que quieran sumarse al club de lectura y escritura para (con) las infancias. Dice Rodari en Gramática de la fantasía. Introducción al arte de contar historias (Paidós): “En el invierno de 1937-38, gracias a la recomendación de una maestra, mujer de un guardia municipal, me contrataron para enseñar italiano a los niños en casa de unos judíos-alemanes que creían –lo creyeron por pocos meses – haber encontrado en Italia un refugio contra las persecuciones raciales. Vivía con ellos, en un caserío sobre las colinas que rodean el Lago Mayor. Trabajaba con los chicos de siete a diez de la mañana. El resto del día lo pasaba en los bosques caminando y leyendo a Dostoievski. Fue una buena época, mientras duró. Aprendí un poco de alemán y me entregué a los libros de esta lengua con la pasión, el desorden y la voluntad que dan frutos cien veces mayores que cien años de escuela”, lejos de fórmulas y métodos ortodoxos, o buscando en la mezcla de elementos diversos un método. Y sigue: “Un día, en los fragmentos de Novalis (1772-1801), encontré aquel que dice: ‘Si dispusiéramos de una fantástica como disponemos de una Lógica, se hubiera descubierto el arte de inventar’. Era hermoso. Casi todos los Fragmentos de Novalis lo son, casi todos contienen iluminaciones extraordinarias”.

La Gramática de la fantasía va en busca de la belleza creativa. Cuenta Rodari que, años más tarde a ese momento epifánico, y ya con il Duce en el gobierno mientras leía azarosamente “desde lingüística indoeuropea hasta marxismo”, después de haber incursionado en las revueltas ideas del surrealismo francés y al frente de un grado en una escuela de Reggio Emilia solía contar a sus alumnos, “muchas historias sin la menor referencias a la realidad ni al sentido común, y las inventaba sirviéndome de las técnicas alentadas y a la vez escarnecidas por Bretón. Fue en esa época cuando pomposamente titulé Cuaderno de Fantástica a un modesto mamotreto donde tomaba nota, no de las historias que contaba, sino del modo como nacían, de los recuerdos que descubría, o creía descubrir, para poner en movimiento palabras e imágenes”. 

Ese mamotreto se convirtió con el tiempo y mucho trabajo en nuestra Gramática de la fantasía-Introducción al arte de inventar historias, un libro para poner en juego la creatividad, la escritura o la oralidad, en cualquier formato siempre el poder de los relatos que chicos y grandes tenemos atesorados y es tan saludable compartir. Sus capítulos son más que sugestivos: “El binomio fantástico” (súper frecuentado en taller), “Que ocurriría si…”, “El error creativo”, “Construcción de una adivinanza”, “Si el abuelo se convierte en gato” y más: los cuentos populares como materia prima, una china en el estanque, el hombrecillo de vidrio: ¿Quién se anima?  

Gramática de la fantasía tiene un tono amoroso y ejemplar. Propuestas compartidas sin petulancias, sino desde el experimento, desde el relato vivencial del aula, con mirada de investigador y un profundo respeto y amor por la infancia. En 1970, Rodari obtuvo el premio Hans Christian Andersen (que es como el Nobel de Literatura infantil) y dicen que nunca aburrió a sus alumnos. Pero aún hay más.

Los cuentos

Breves, certeros, disparatados, de gran frescura e ingenio: muchos de sus cuentos se vinculan a su búsqueda teórica. Como aquel en que un personaje se vale de la guía telefónica de un pueblo (maravilloso libro inhallable en tiempos de Internet) e inventa historias con los nombres de personas y sus domicilios. O aquel cuento en que la palabra Torino –lugar a donde debe viajar el narrador de la historia –sirve de material para hacer una cancioncita, es decir, un poema: “Un otorrino de Torino / andaba solo en su motito (motorino)”.  

Y los Cuentos para jugar fueron en sus inicios parte de un programa radiofónico de la RAI, donde Rodari interactuaba en vivo con los niños. En esos diálogos, el maestro y los participantes discutían el final de los cuentos, que él planteaba como «problemas fantásticos» para resolver. Problemas que tenían componentes, dilemas éticos y de estructura narrativa que todos discutían con pasión.

Para darnos una dimensión de este autor, vale pensar que Rodari fue en Italia algo así como María Elena Walsh en nuestro medio. Participaba en radio y publicaba notas, cuentos, poemas, ideas en el Corriere dei Piccolli, una revista dirigida a los chicos, donde publicó por entregas, antes de ser libro, La tarta voladora: un capítulo por número que terminaba con un “Continuará…”, tipo folletín. Y luego vinieron la novela y la película. 

En nuestras librerías y bibliotecas podemos encontrar el ya mencionado Libro de la fantasía (una antología de sus libros de cuentos bastante abarcadora) y los Cuentos para jugar, Cuentos al revés, El hombrecito de la lluvia y un disparatado abecedario de poesías y cuentos breves, De la A a la zeta (todos en Loqueleo). ¡Pero todavía hay más!

Poesía ilustrada también 

Algunos poemas y textos breves de Rodari han sido publicados en libros ilustrados, de esos que maravillan a chicos y grandes. Por ejemplo, Esperanza (Limonero), que parte de una pregunta: ¿Qué puede hacer un poeta con una tienda minúscula? Muchísimo. Desde su “tiendita”, el poema ofrece algo muy barato pero de un valor infinito: la esperanza. Solidaridad y voz de aliento con ilustraciones de lujo de Francesca Ballarini.

En Arturo (Niño editor), un texto simple, rítmico y gracioso cuenta la desopilante historia de un gato que vuela en la turbina de un avión y aspira a convertirse en piloto de avión y conducir con su cola. Ilustrados por Andrea Antinori, premiado ilustrador italiano, este libro forma parte de una colección creada a partir de canciones de Rodari dirigida a los más pequeños y primeros lectores. 

El caballito también es parte de esta colección: se trata de un caballito de juguete que no quiere crecer para no tener que tirar del carro y un niño pequeño que solo quiere crecer muy rápido para tener un caballo de verdad. Y el tercero, La luna con correa, es una dulce canción de cuna llena de ternura que trae a las palabras a esta habitante de la noche y fiel compañera.

Entre tanto, Érase dos veces el Barón Lamberto (Kalandraka) tiene su versión en libro ilustrado (por Javier Zavala, y en tono súper divertido), donde se cuentan las aventuras de este excéntrico caballero de noventa y tres años, enormemente rico, que tiene veinticuatro dolencias y que, gracias a un antiguo remedio, experimenta una gran mejoría en su salud, entre otros sorprendentes efectos.

 En Confundiendo historias (Kalandraka), el ilustrador Alessandro Sanna y Rodari nos proponen revisitar a una sorprendente Caperucita para jugar a «romper» todo lo conocido. En línea con el capítulo “Caperucita en helicóptero”, de la Gramática de la fantasía, y para seguir jugando-leyendo por el libro álbum.

Y hay muchos más, solo se trata de investigar librerías, bibliotecas también, preguntar a maestros, traer y llevar historias con y para los más chicos. Seguir en la búsqueda del maestro: “Lo que estoy haciendo – dijo Rodari- es investigar las constantes de los mecanismos de la fantasía, las leyes de la invención que aún no han sido formuladas, para ponerlas a disposición de cualquiera. Insisto en señalar que, aunque el romanticismo lo haya rodeado de misterio, y hayan instaurado una suerte de culto en torno a él, el proceso creativo es inherente a la naturaleza humana. Y, por tanto, está al alcance de todos, con la alegría que da el expresarse y jugar con la fantasía”. 

Esta es la mirada democrática y democratizadora que sigue activa apenas abrimos sus libros y empiezan a rodar ideas, propuestas, relatos, vitaminas para la imaginación, con una sola consigna abarcadora: “Todos los usos de la palabra para todos. No para que todos sean artistas, sino para que nadie sea esclavo”.  


Un poema

La bella durmiente
Las historias, ¿dónde están?
Vive una en cada cosa:
en la madera de la mesa,
en el vaso, en la rosa.
La historia está allí adentro
hace tiempo pero no habla:
es una bella durmiente
y es preciso despertarla.
Pero si un príncipe o un poeta
no se acerca a besarla,
el niño esperará en vano
a que comience su fábula. 

Gianni Rodari

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